Por Omar Genovese para Perfil – 10/02/2013
Mariana A. es una gran lectora y agente de turismo. Para leer durante sus frecuentes viajes profesionales adquirió el dispositivo para la lectura de libros electrónicos de Amazon conocido como Kindle. (¿No es un oficio envidiable? Viajar y leer, conocer el mundo y su imaginación…) Compró el dispositivo importado de Estados Unidos en un comercio argentino, pagando todos los impuestos como corresponde. Pero el artefacto es un simple medio o vehículo, y el problema está en el contenido: por una cuestión de derechos internacionales de autor, únicamente puede comprar e-books en español en Amazon de Estados Unidos, donde la oferta es peor que escasa. Intentó hacerlo en Amazon España, pero por el mismo tema de derechos le fue imposible. Obligada por las circunstancias, adquirió algunos falsificando una cuenta, pero el sistema español de Amazon detectó el intento y canceló todo acceso a futuro. Como respuesta a su tercera carta protestando como usuaria, la monstruosa tienda virtual le regaló cinco “bajadas gratis” de e-books desde su página estadounidense que, como ya se dijo, no contiene libros en lengua española que interesen a Mariana A. Con el Kindle no se pueden comprar ni leer otros formatos de e-books (el formato exclusivo para este dispositivo es el mobi), por lo que la lectora argentina que quiere adquirir libros electrónicos en forma legal piensa seriamente en comprar el Nook de Barnes & Noble, o algún otro, con los que sí se puede acceder a todo tipo de formatos digitales. Esta experiencia, que linda con la estafa, es apenas una muestra del laberíntico y complejo mundo del e-book.
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El caso de Editorial Teseo (por Octavio Kulesz)
Ya desde 2007 los intereses de los lectores estaban cambiando. Del público masivo y relativamente uniforme de otras épocas, pasábamos a un mercado mucho más fragmentado. Hacían falta cada vez más títulos para satisfacer una demanda que se sofisticaba (en parte a causa de internet). Más títulos, pero menos ejemplares por título: esto era incompatible con la tecnología clásica de impresión (que supone grandes tirajes) y también con las técnicas típicas de distribución (almacenamiento, consignación en decenas o cientos de librerías, etc.).