Por Osvaldo Di Paolo en Miradas al sur – 29/1/2012
La historia que inspira a Osvaldo Aguirre a escribir “Algo bien grande” gira en torno al intento de robo en el mercado de productores de la ciudad de Rosario, efectuado por dos amigos, César y Seba, quienes terminan asesinando a un vigilante y consiguen robar el arma que portaba la víctima.
Los dos adolescentes logran escaparse y volver a su barrio de emergencia, situado en las proximidades de donde aconteció el asalto.
Días después, ambos deciden ir a buscar el arma robada que habían escondido, primero en el patio de la casa de César, luego en una cancha de fútbol, y finalmente en una casa abandonada. Para ir en busca del revólver, roban un auto y amenazan al conductor para que los lleve. En busca de un auto mejor, tratan de forzar a otro automovilista que logra escapar. Al ver a un taxista dejan en libertad al dueño del coche en el que estaban y tratan de obligar al taxista a que los lleve en busca del arma. El chofer se resiste y es asesinado por uno de los jóvenes. Pocos días después, la policía logra atrapar a los muchachos, quienes son reconocidos por testigos e imputados por ambos crímenes.
A diferencia de los dos casos policiales que dieron origen a “Dos primas” y a “Caminaré en tu sangre”, los hechos de este crimen involucran a dos jóvenes, César de 18 años y Seba de 17. En Crímenes y pecados de los jóvenes en la crónica policial, Leonor Artfuch sostiene que las notas policiales constituidas con la participación de niños o adolescentes conforman una especie de subgénero de la crónica policial. Esta socióloga argentina agrega que la sociedad estigmatiza al joven de irresponsable, “por ser un sujeto en formación, no dueño de reacciones y emociones, débil, indeciso, inexperto, presa fácil de tentaciones y flaquezas y de moralidad incierta”. En especial se discrimina al perteneciente a las clases populares sin tener en consideración que la desocupación, el incremento de drogas y la criminalidad son variables interrelacionadas que victimizan a los menores que pertenecen a familias carentes de bienes y convierten al joven marginal en “un blanco fácil y en una víctima propicia para la demonización”.