La creciente complejidad de las sociedades contemporáneas y las dificultades de las instituciones políticas para abordar las problemáticas actuales generan importantes niveles de frustración en la ciudadanía, como también preocupantes señales de desconfianza en el sistema democrático. El desarrollo tecnológico ofrece nuevas herramientas que crean la ilusión de una posible resolución técnica e inmediata a los malestares sociales y acrecienta el descontento con las instituciones políticas que aparecen, ante los ojos de la ciudadanía, como costosas estructuras con escasa representatividad y capacidad de ofrecer o brindar respuestas satisfactorias.
Para asumir los nuevos desafíos que se nos plantean, una adecuada comprensión de la situación particular de las instituciones democráticas, en general, y la de los Parlamentos, en particular, es fundamental para canalizar el descontento social y permitir la emergencia de nuevas categorías conceptuales que permitan imaginar y pensar el desarrollo. En este marco, los Parlamentos tienen un rol central y estratégico en la medida en que son el lugar donde la política se expresa, de manera diversa y plural, frente a los intereses de la sociedad y, asimismo, donde se acuerdan, diseñan y planifican las verdaderas políticas de Estado.