Por José Ignacio Stang
La ciudad, asumida como espacio de representación, puede ser entendida como un territorio donde es posible leer la representación del poder, de sus instituciones y símbolos, la representación social de los ciudadanos, de su historia común y de sus intereses ordinarios, como así también la de la vida urbana, escenario de las actividades cotidianas y de sus interferencias. La ciudad, a partir de la mirada anterior, puede asumirse entonces como un espacio de símbolos reconocidos o reconocibles día a día. Habitar la ciudad exige, por lo tanto, leer estos símbolos, lo que conduce a su apropiación como espacio de vida, espacio doméstico y espacio de aprovisionamiento, pero no sólo de bienes, sino también de ideas […].
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