En nuestro país, Amazon tiene un techo infranqueable: el precio único –por ley– del libro físico. La ley de defensa de la actividad librera, de 2001, garantiza que en diversos canales de ventas haya un precio único para el libro.
Por María Luján Picabea para Revista Ñ – 27/06/2014
Las páginas de Literatura y ficción del Amazon en castellano, tesoro de la lengua, listan una coctelera de títulos capciosos y autores en varios idiomas – muchos de estos de dominio público, es decir, que no pagan derechos de propiedad intelectual. Pero además, acaso para apurar la subida y no detenerse en detalles que complican el tránsito en la web, ni siquiera tienen acentos. En algunos casos, los autores hasta han perdido su nombre. Allí está una Esquivel que ha perdido su Laura.
Poco después de que Amazon pusiera un pie en España, en noviembre de 2011, el director de Kindle para América Latina, Pedro Huerta, participó en la Feria del Libro de Chile, donde anunció el desembarco de la tienda en el Conosur, previsto para 2013. Por entonces el gigante del comercio electrónico comenzó a conversar con las casas editoriales argentinas. A juicio de los editores, es probable que la política cambiaria en pleno cerrojo haya sido lo que terminó por desalentar la apertura del dominio Amazon.com.ar. Sin embargo desde marzo de 2012 está instalada en la Argentina la ejecutiva María Fernanda Rosas, encargada de Contenido de Amazon Kindle para la región y en contacto con las editoriales, muchas de las cuales ya venden por Amazon sus ebooks. La presencia de Rosas fue la que, en parte, motivó especulaciones sobre la inminente apertura de una tienda (¿o depósito?) en el país, aunque, como bien dicen los editores, Amazon es un cliente muy fuerte pero muy reservado, que se cuida bien de no adelantar ninguno de sus movimientos.
Algunos de los consultados sostienen que hay dos componentes a tener en cuenta a la hora de pensar en el probable desembarco de Amazon: uno es si efectivamente hay un interés en el mercado local, y otro, cuáles podrían ser los contratos con las editoriales, porque eso determinaría el modelo comercial que desarrollaría en el país y en relación con la legislación. Los editores de aquí coinciden en que tanto en España como en nuestro país, Amazon tiene un techo infranqueable: el precio único –por ley– del libro físico. La ley de defensa de la actividad librera, de 2001, garantiza que en diversos canales de ventas haya un precio único para el libro. Lo que, de alguna manera, clausuraría la presión dispar que Amazon ejerce sobre las editoriales para conseguir rebajas imbatibles en los precios.
El hecho de que Amazon comercialice libros argentinos posibilita el acceso a lugares a los que de otra manera, claramente, no se llegaría. Esto es beneficioso para las editoriales, para los autores –que en tanto periféricos se ponen en contacto con difusores de cultura y las grandes universidades– y, por supuesto, para los lectores. El caso es que un jugador de tamaña relevancia internacional, que ha diversificado su oferta de comercio electrónico a casi cada aspecto de la vida cotidiana, impone sus reglas y aplasta a su paso incluso las legislaciones locales. “Si en Estados Unidos Amazon se llevó por delante el mundo editorial, en los países más chicos va a pasar algo parecido pero más rápido”, advierte Octavio Kulesz, autor de “La edición digital en los países en desarrollo” (2011). Es eso lo que agita las aguas en las regiones en las que ya ha penetrado y que hoy cierran filas en la defensa de su entramado de librerías y editoriales.