Por Ricardo Federico Mena para El intransigente.com – 19/05/2014
SALTA.- Tal es el título del libro de reciente aparición, escrito por el historiador y ensayista Guillermo Gasió, que viene a homenajear a uno de los próceres de la cultura del norte argentino.
Fue Coviello una de las figuras civiles y paradigmáticas de la gran revolución de las ideas, en aquel Tucumán de oro, donde el pensamiento florecía en manos de egregios intelectuales. Alfredo Coviello fue uno de ellos, y su acción, corta en el tiempo pero profunda en las ideas, le valió la consagración del bronce, reservado sólo a los grandes del pensamiento contemporáneo. Fue en definitiva una síntesis magistral de la infancia y la madurez de un pensamiento puro, forjado en el talento superior de un cerebro que piensa.
Es sabido que los grandes anhelos del alma pública, determinan el advenimiento de las grandes criaturas ejecutivas. Resulta entonces que, para alcanzar su más alto nivel de excelencia, era necesario recrear el adecuado escenario de sus luchas. Quienes recuerdan su obra, necesariamente deben evocarlo en la soledad de su gabinete de estudio o en la victoriosa soledad del pensador. Su evocación debe hacerse dentro de la figura de hombre bueno, pero aguerrido en la eficacia de sus dogmas y en la intensidad de sus ideas.
Este libro viene a ser el tributo merecido, y el aplauso virtual de un hombre que no ha sido olvidado a pesar de las intensas tribulaciones en que la República se debate.
Este trabajo realiza la historia del pensador, paso a paso, jornada por jornada, desde el advenimiento de su luz, hasta las sombras crepusculares de su muerte. Este azar del destino ocurrido en plena juventud, cuando más podía esperarse de él, fue si se quiere, su única derrota, pero aquella sombra fatal exaltó vívidamente su claridad.