Las editoriales locales –grandes y chicas– están apostando por el ebook aunque todavía lo consideran un complemento del formato papel.
Por María Luján Picabea para Revista Ñ – 05/04/2014
Hace poco más de una década, las hipótesis sobre el futuro del libro comenzaban a enturbiar el mercado editorial local. Jornadas de profesionales, intercambios entre editores, libreros, bibliotecarios y autores presagiaban tiempos difíciles. La caída de la industria discográfica, que había seguido al impacto de las nuevas tecnologías en el sector era el fantasma más temido. Pese a la resistencia pronto se advirtió que si no se acompañaba el ritmo de transformación iba a ser imposible estar a tono con los nuevos tiempos. Tanto los grandes como los sellos independientes comenzaron a acompañar un fenómeno que muestra caras distintas en la edición académica y la literaria y que ha modificado los hábitos de lectura y consumo.
“Las dos puntas de la cadena del libro, que son los autores y los lectores, están migrando muy rápido. Donde se encuentra el principal desafío, es en el desarrollo del medio, de la industria: editoriales, imprentas, librerías, distribuidoras y bibliotecas”, señala Octavio Kulesz editor y autor del informe La edición digital en los países en desarrollo (2011), realizado con el apoyo de la Alianza Internacional de Editores Independientes, en referencia al panorama del libro electrónico en la Argentina. Es claro, agrega, que toda la región atraviesa una etapa de transición en la que los diferentes países avanzan con ritmos y objetivos diferentes. Hace algunas semanas el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) –creado por el Gobierno de Colombia y la Unesco en 1971– publicó un boletín en el que aseguraba que los libros en formato electrónico siguen ganando participación en América Latina de acuerdo a los datos proporcionados por las agencias nacionales del ISBN.
“Acá hay un mercado incipiente porque no están instaladas las grandes tiendas digitales y los que manejan volúmenes fuertes son ellos. Las ventas suben mes a mes, pero venimos de cero”, dice Antonio Santa Ana, editor literario del grupo Santillana. Leandro de Sagastizábal, editor asociado de Capital Intelectual, cauteloso, considera que el libro electrónico aún no ha alcanzado volúmenes significativos y por ello “todavía no hay una decisión clara de armar las estructuras editoriales necesarias para esos manejos”. En coincidencia, Leonora Djament (Eterna cadencia editora), asegura que “la circulación del ebook es muy poco significativa en América Latina”; en tanto que Maximiliano Papandrea, del sello La bestia equilátera, advierte una tendencia en alza: “Si las comparamos con las ventas de libros en papel, las de ebooks son todavía muy bajas; pero hemos notado un crecimiento gradual y constante desde que lanzamos nuestros primeros títulos en 2012”. La percepción es compartida con Catalina Lucas, digital manager de Penguin Random House: “El crecimiento ha sido constante y exponencial. Los libros de nuestros autores llegan cada vez a más lectores”.
Kulesz advierte que en la Argentina hay experiencias interesantes en el terreno de la edición digital. “Editores que al comienzo trataban a lo digital como si fuera una herejía son ahora los principales convencidos. No es como hace cuatro años cuando el ebook era sinónimo de barbarie, hoy ya están todos metidos”. Al respecto Santa Ana bromea: “Estuvimos todos asustados mucho tiempo, ahora nos acostumbramos a vivir con miedo”.